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Por: Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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@psicohisvetfernandez

Toda pérdida genera un proceso de duelo inevitable y este proceso tiene una evolución que estará determinada principalmente por el tipo de pérdida a la que se refiera y por la historia personal de quien la viva.

La pérdida es una situación, un estado en el cual se deja de poseer, lo que se tenía, por alguna circunstancia y ya no se tendrá más.  Una pérdida es cuando hablamos de la falta o ausencia de algo que se tenía y valoraba, incluso puede tratarse de algo que formaba parte de tu identidad como persona.

En el caso de la llegada de una enfermedad, crónica y discapacitante que cambia por completo la vida de la persona afectada, hace pasar a la persona por una adaptación que requiere tiempo, apoyo y mucha ayuda.

Estamos hablando de una pérdida que tiene efectos colaterales avasallantes. Este proceso se conoce como duelo ante la pérdida de la salud. Es un nuevo estado que supone algún tipo de limitación en las actividades de la vida cotidiana, durante un periodo más o menos extenso o definitivo.

Cuando hablamos de enfermedades crónicas o enfermedades graves avanzadas, encontramos trabas que se dan en diferentes ámbitos de la vida y, además, se mantendrán y / o agravarán con el paso del tiempo.

Una enfermedad puede provocar la pérdida de la capacidad de movimiento, agilidad, o cualquier aspecto de la integridad física o mental que forman parte de la salud. Esto provoca, inevitablemente, un desequilibrio emocional importante ya que no solo es la pérdida en sí de la salud, sino también la pérdida de la vida, tal como se vivía hasta esos momentos, vida social, laboral, artística, de diferentes actividades que se podían realizar o estaban en planes y proyectos futuros por realizar, lo cual incluye también actividades simples y aparentemente sencillas, de la vida cotidiana que se convierten de pronto en grandes proezas o imposibles para la persona afectada, lo que cambia, incluso, su identidad.

Esto conlleva sentimientos de soledad, de abandono, de ser estorbo o carga, incomprensión, inseguridad y profunda tristeza acompañada incluso de rabia e ira.  Estos efectos emocionales deben ser tomados en cuenta y atendidos al igual que son atendidas las dolencias físicas.

Somos unidades bio-psico-sociales-sexuadas y cualquier desequilibrio o pérdida afectará todas nuestras dimensiones.

En este sentido, es necesario ampliar nuestra visión de la integridad de cada persona que está viviendo el duelo por pérdida de la salud. Aceptar la enfermedad que forma parte de la vida es un proceso muy personal, no podemos tener expectativas de cómo debe comportarse cada quien, ya que cada persona es un caso único y no es sano hacer comparaciones.

Solo aceptar la enfermedad es vivir un proceso que implica una serie de etapas difíciles y que cada persona vive de manera y en tiempos diferentes. Se puede vivir desde la negación de la realidad, la rabia, el miedo, la angustia, la tristeza, hasta llegar a la aceptación para poder hacer nuevos y ajustados planes.

Esto implica asumir la responsabilidad de realizar los cambios y adaptaciones necesarias para tener la nueva vida que se tiene y poder gestionar otros proyectos y tener así, nuevas ilusiones para poder seguir adelante.

El duelo por pérdida de la salud es un duelo complejo por lo abarcante y genera  respuestas integrales y complejas que son normales y saludables. Estas reacciones incluyen muchas de todo tipo:

  • Sentimientos: de ira, ansiedad, reproche, confusión, negación, depresión, miedo, culpa, irritabilidad, soledad, insensibilidad, alivio, tristeza, conmoción o anhelo.
  • Pensamientos: confusión, dificultad para concentrarse, incredulidad, alucinaciones o preocupación por lo que se perdió y por como relacionarse con las demás personas.
  • Sensaciones físicas: muchas de las cuales dependen de la enfermedad, como mareos, taquicardia, fatiga, dolores de cabeza, hiperventilación, náuseas o malestar estomacal, falta de aliento, opresión o pesadez en la garganta o el pecho,  pérdida o aumento de peso.
  • Conductas atípicas: episodios de llanto, actividad excesiva, falta de actividad, irritabilidad o agresión, alta suceptibilidad, desproporción en las reacciones, pérdida de energía, pérdida de interés en actividades agradables, inquietud y problemas para dormir y otras

No todas las personas en este tipo de duelo experimentan todas estas reacciones y no siempre experimentan el mismo orden de las fases de duelo ya conocidas. De hecho, se puede volver sobre alguna de esas reacciones, etapas y síntomas más de una vez. El duelo inicia proceso y regresa como desde el principio, una y otra vez.

Lo que sí es importante que la persona en duelo pueda tener la libertad de sentir su pérdida, de poder llorar, vivir su rabia y poder sentirse como sea que se sienta, sin temor a ser criticada. Hay que aliviarle las posibilidades de angustias y hacer todo para que:

  • Tenga sus necesidades físicas cubiertas que le proporcionen seguridad: vivienda, alimentación adecuada, sueño, descanso, equipos médicos que necesite y poder realizar actividades físicas que estén a su alcance.   
  • Poder expresar sus sentimientos con libertad: expresar cómo se siente o hacerlo a través de alguna forma creativa de expresarlos: dibujando, escribiendo u otra manera, como el arte, música o escribir en un periódico.
  • Que pueda mantener una rutina que le dé estructura: poder vivir una rutina adecuada manteniéndose al día con las tareas cotidianas, a su alcance, para no sentirse abrumada.
  • Evitar consumo de alcohol u otras drogas. El alcohol es un depresivo que puede afectar su estado de ánimo; Evitar tomar decisiones importantes teniendo en quien confiar y consultar. Se necesita mucho tiempo para adaptarse a una pérdida de salud y volver a un estado mental estable.
  •  Hay que procurar momentos de recreación y descanso. Hay que descansar del duelo participando en actividades que disfrute, actividades que le hagan reír y salir de la tristeza, aunque sea por cortos momentos.

Para algunas personas, los sentimientos de pérdida son debilitantes y no mejoran, incluso con el paso del tiempo. Esto se conoce como duelo complicado, a veces llamado «trastorno por duelo complejo persistente». En duelos complicados, las emociones dolorosas duran tanto y son tan intensas que te resulta difícil recuperarte de la pérdida y continuar con tu propia vida.

Acompañar a alguien en duelo supone centrarse en esa persona y colocarse al lado de quien sufre, sabiendo que no tenemos la capacidad de liberar mágicamente el dolor de nadie. Pero sí podemos ofrecer una ayuda fundamental escuchando, interesándonos, ofreciendo ayuda concreta y respetando su particular proceso.

Por: Hisvet Fernández