Se presentó en la Casa de América de Madrid una impresionante y rigurosa antología de la literatura venezolana actual, “El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela”, palabras de J.J. Armas Marcelo, quien elogia la obra, territorio de la resistencia
Por: J.J. Armas Marcelo

J. J. Armas Marcelo nació en Las Palmas de Gran Canaria (España) en 1946. Escritor y periodista, es autor de numerosas novelas, algunas de ellas han sido traducidas al francés, alemán, inglés, rumano, portugués, italiano y japonés. En 1997 se publicó la novela autobiográfica Cuando éramos los mejores. Autor de Así en La Habana como en el cielo (1998), La noche que Bolívar traicionó a Miranda (2011), Réquiem habanero por Fidel (2014), con la que ganó en 2015 el Premio Francisco Umbral al mejor libro publicado en España durante el año anterior. En 2017, su relato Detroit fue galardonado con el Premio Internacional de Cuentos Barcarola, de la revista del mismo nombre. En 2018 publica Ni para el amor ni para el olvido, el primer tomo de sus memorias. También ha prologado libros de Paul Bowles, Giuseppe Tomasi de Lampedusa y Guillermo Cabrera Infante.Desde 1998 está en posesión de la Orden de Miranda, de la República de Venezuela. En el año 2002 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Latina de Panamá y en el 2004 Hijo Predilecto de la Isla de Gran Canaria.Ha sido jurado del Premio Cervantes y en los últimos doce años ha sido miembro del Jurado del Príncipe de Asturias de las Letras. Creador y director de la Cátedra Vargas Llosa durante los últimos 10 años
Amo con pasión a Venezuela y a María Lionela. Es parte del país de mi alma y de mi vida. Siempre me he definido como un español canario, mitad venezolano, mitad cubano, o sea panameño. Yo me entiendo, bailo y subo cada escalón de mi vida solo y acompañado por mi memoria y mis emociones: Venezuela es principal. Háganme caso: se puede ser todas esas cosas y muchas más si se tiene un corazón grande y una amplia y abierta visión del mundo y su memoria. Ese es felizmente mi caso.
Se presentó en la Casa de América de Madrid una impresionante y rigurosa antología de la literatura venezolana actual, “El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela”, con selección y prólogo de Juan Carlos Méndez Guédez, enorme escritor e intelectual honrado, ciudadano integral venezolano y español. El volumen textual lo ha publicado, con un primor y una excelencia exquisitas, la estética y literaria Editorial Confluencias. El libro se publicó con motivo y en el marco del Festival Hispanoamericano de Escritores, que me honro en presidir y que tuvo lugar en la ciudad de Los Llanos de Aridane, Isla de La Palma, Canarias, España, bajo los centenarios laureles de Indias de la Plaza de España, a la intemperie y al aire abierto de la libertad.
No pude ir al acto de presentación del libro por razones personales muy tristes (hace dos días falleció mi ex-mujer, madre de mis dos hijos, una personalidad intelectual de primer orden y catedrática de Filosofía durante toda su vida), pero he leído con profundo detalle intelectual y literario, con un gran interés y una emoción contenida y creciente cada texto de “El adiós de Telémaco”. Enhorabuena y mi agradecimiento personal a todos los que han participado en esta odisea.

He podido constatar, una vez más, que incluso en medio de las peores dificultades y los mayores abusos del poder totalitario y dictatorial, incluso en medio de las tormentas de la desesperanza, Venezuela, mi país, es un bravo pueblo y he constatado una vez más que la literatura venezolana de siempre y la actual de ahora mismo es el más grande territorio de libertad y resistencia. Me emociono al escribirlo. Y lo repito una vez más: “¡Resiste, mi amor, resiste”, como dice la canción del portugués José Afonso.
La categoría intelectual, la exigencia literaria, la paciencia, el cuidado de la palabra, de cada párrafo, de cada texto, de cada autor, de todos los escritores que participan en esta antología, me dice que Venezuela está en pie, en la contumacia feliz de la esperanza, y que su literatura es el primer y último refugio de la libertad de nuestro país.
No exagero si les digo que me siento partícipe de este antología venezolana. Partícipe y orgulloso de participar en esta epopeya. La mágica isla de La Palma, donde el realismo de la vida es pura magia y la alquimia de la magia es pura realidad, es una pequeña Venezuela en esta parte del Atlántico: un espejo que se mira en el Atlántico hasta llegar al otro lado del mundo y retratarse en Venezuela: La Palma y, en general, todas mis Islas Canarias, son España y son Venezuela, y viceversa.
No se deben nada, pero se los deben todo: los isleños palmeros que recuerdan y los venezolanos que saben son la misma cosa, la misma historia, la misma odisea, la misma memoria. Por eso, yo, que soy palmero, aunque no nací en La Palma, y soy venezolano aunque no nací en Venezuela, he leído y comprendido “El adiós de Telémaco. Una rapsodia llamada Venezuela” como mía, porque también es mía.
Me he emocionado hasta las lágrimas de una profunda alegría al leer uno a uno, y lentamente, cada texto de la antología, porque todos, absolutamente todos, son de una belleza y un rigor literario que reivindica la mejor literatura de Venezuela, desde Andrés Bello Toro hasta ahora, hasta el gran escritor José Balza (para quien pedimos desde aquí, y una vez más incansablemente, el Premio Cervantes), el magnífico Juan Carlos Méndez Guédez, el vitalista, riguroso y entusiasta más allá del cansancio Juan Carlos Chirinos, el gran Ednodio Quintero, las inmensas poetas Blanca Strepponi, Yolanda Pantin, Carmen Verde, la cuentista Silda Cordoliani y todos los escritores que participan en esta antología. He descubierto que todos son venezolanos herederos directos y dilectos del citado Andrés Bello y de Rómulo Gallegos. ¡Qué cuidado, qué esmero intelectual, qué respeto sacral, qué amor pasional demuestran tener cada uno de ellos por la palabra literaria y por la literatura de Venezuela y de toda la lengua española! ¡Qué gran lección estética y, por tanto, ética nos han dado a todos los que ya hemos leído y leerán “El adiós de Telémaco”! ¡Qué gran lección de humanidad, de luz!”.
Y termino emocionado, igual que empecé a escribir este texto, afirmándolo rotundamente de una sola vez: la literatura venezolana actual es el primer territorio libre y resistente de América Latina. Lean “El adiós de Telémaco” y verán que no exagero nada, que sólo digo la verdad, la escribo y la publico.
Por: J.J. Armas Marcelo