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Por: Otto Wolfschoon III

El autor es socio de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (Apede) y presidente de la CADE 2024

Si hubiese que resumir al panameño en dos cualidades serían su gran ingenio y su infinita creatividad. Hay mucha verdad detrás de la frase, “el panameño sabe mucho, y lo que no sabe se lo inventa”, ya que en repetidas ocasiones le hemos demostrado al mundo que, a pesar de ser un país chico, somos capaces de pensar fuera de la caja y competir mano a mano con los más grandes. Quizás debido a esto, la aspiración de posicionar a Panamá como un “hub” de innovación tecnológica y emprendimiento ha ido ganando tracción. Es un planteamiento genial. Sin embargo, para que esta visión se convierta en realidad es necesario entender las implicaciones que conlleva.

Existe un claro romance entre la innovación y nuestra identidad nacional. Nuestra independencia “vino casada” con la idea de aprovechar nuestra ubicación geográfica para crear un canal interoceánico para acortar el tiempo en tránsito de bienes y personas. Esta idea se materializó en una maravilla de la ingeniería moderna que marcó un antes y un después en el mundo, atrajo talento de todos los rincones del planeta y nos hizo un país de oportunidades.

En 1914, nuestro país revolucionó el transporte y la logística, y ahora, casi 110 años después, nos encontramos con la oportunidad de hacer algo similar.

La transformación que necesitamos para convertirnos en dicho “hub” deberá incubarse en nuestro sistema educativo. Si esperamos que nuestro soñado centro de innovación y emprendimiento de talla mundial sea sostenible, es imperativo darle a los más jóvenes las herramientas que exige un mundo globalizado. Hay que fomentar sus capacidades blandas como la creatividad y la curiosidad, así como capacitarlos en lo digital. Atender esta necesidad dará vida a una generación preparada y dispuesta.

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Debemos reconocer que las exigencias del mercado laboral cambian constantemente y asegurar que aquellos que forjarán el futuro de nuestro país serán capaces de aprovechar las oportunidades que ofrece la era digital.

Además del enfoque en la educación, deberán crearse mecanismos para que las ideas de los brillantes panameños del futuro puedan convertirse en negocios reales. Es crucial reducir los obstáculos que existen para emprender formalmente en nuestro país. Si bien en los últimos años se han dado avances positivos, como la ley que regula las Sociedades de Emprendimiento, aún existen barreras de entrada que desalientan a muchos potenciales emprendedores, como impuestos, trámites y costos de incorporación. Antes de poder producir un centavo, crear un negocio formal involucra la inversión de cientos o miles de dólares y semanas de espera.

Formalizar al emprendedor es crítico para maximizar su impacto; es importante que la legislación siga evolucionando hacia permitir opciones más flexibles.

Hay que reconocer, además, que actualmente no contamos con un verdadero ecosistema de capital de riesgo, ni estructuras que faciliten la rápida captación de capital o fondos de inversionistas ángeles. Existen figuras positivas como la Ciudad del Saber y Senacyt, que hacen una excelente labor, pero no son suficientes para que nuestro entorno sea propicio para la inversión en innovación a gran escala. Hay que crear un ambiente que haga que las empresas tecnológicas exitosas del extranjero se sientan atraídas a Panamá, y para que empresas similares nazcan en nuestro suelo. No hay razón para pensar que estos ecosistemas sólo se dan en Silicon Valley, Nueva York o grandes ciudades latinoamericanas como Ciudad de México. Dicho esto, para fomentar este ambiente se requerirá alineación del sector privado y de entidades públicas.

Por último, si queremos que este “hub” sea una realidad, es necesario trabajar en nuestra cultura. Hay que celebrar a aquellos que se atrevan a probar sus ideas en el mercado y fomentar la creatividad con propósito, no resentirlos ni celarlos. Así como a un niño las palabras de aliento de sus padres le pueden hacer sentir invencible, debemos como sociedad creer e impulsar a quienes buscan crear impacto positivo a través de su inteligencia y esfuerzo.

Panamá tiene todo el potencial requerido para ser el foco de la innovación y el emprendimiento de Latinoamérica. Debemos decidir si estamos dispuestos a hacer los cambios estructurales necesarios para lograrlo, o si queremos dejar a la merced de la suerte que esta ilusión se cumpla. Como panameño apasionado por mi país y creyente en su gente, quisiera ver esta visión concretarse, porque traería un sinfín de oportunidades y mejoraría la vida de miles. Confío plenamente que somos capaces de planificar y trazar el camino para revolucionar al mundo – una vez más – desde nuestro humilde terruño.

Por: Otto Wolfschoon III